LA VERDADERA DEVOCION A LA VIRGEN ACERCA A JESUS
Ciudad del Vaticano, 25 de marzo de
2012 (VIS).-”Al rezar ahora el Angelus, recordando la Anunciación del
Señor, nuestros ojos también se dirigen espiritualmente hacia el cerro
del Tepeyac, al lugar donde la Madre de Dios, bajo el título de 'la siempre virgen santa María de Guadalupe', es honrada con fervor desde hace siglos, como signo de reconciliación y de la infinita bondad de Dios para con el mundo”, dijo el Papa antes de la oración mariana.
No
olviden -prosiguió- que la verdadera devoción a la Virgen María nos
acerca siempre a Jesús, y 'no consiste ni en un estéril y transitorio
sentimentalismo, ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe verdadera, que nos lleva a reconocer la excelencia de la Madre de Dios y nos inclina a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de
sus virtudes' . Amarla es comprometerse a escuchar a su Hijo, venerar a
la Guadalupana es vivir según las palabras del fruto bendito de su vientre”.
Benedicto
XVI subrayó que en estos momentos en que tantas familias “se encuentran
divididas o forzadas a la migración, cuando muchas padecen a causa de la pobreza, la corrupción, la violencia doméstica, el narcotráfico, la crisis de valores o la criminalidad, acudimos a María en busca de consuelo, fortaleza y esperanza. Es la Madre del verdadero Dios,
que invita a estar con la fe y la caridad bajo su sombra, para superar
así todo mal e instaurar una sociedad más justa y solidaria”
Con estos sentimientos, deseo poner nuevamente bajo la dulce mirada de Nuestra Señora de Guadalupe a este País y a toda Latinoamérica y el Caribe. Confío a cada uno de sus hijos a la Estrella de la primera y de
la nueva evangelización, que ha animado con su amor materno su historia
cristiana, dando expresión propia a sus gestas patrias, a sus
iniciativas comunitarias y sociales, a la vida familiar, a la devoción
personal y a la Misión continental que ahora se está desarrollando en
estas nobles tierras. En tiempos de prueba y dolor, ella ha sido invocada por tantos mártires que, a la voz de 'viva Cristo Rey y María de Guadalupe', han dado testimonio inquebrantable de
fidelidad al Evangelio y entrega a la Iglesia. Le suplico ahora que su
presencia en esta querida Nación continúe llamando al respeto, defensa y
promoción de la vida humana y al fomento de la fraternidad, evitando la inútil venganza y desterrando el odio que divide”, concluyó el Santo Padre.
Una vez rezado el Ángelus, Benedicto XVI oró durante algunos momentos en silencio ante la imagen de la Virgen de Guadalupe e, impartiendo la bendición final, bendijo noventa y una reproducciones de la Guadalupana destinadas a todas las diócesis de México.