Meditaciones sobre la vida de Cristo; Opera Omnia, t. 12, p. 530s
San Buenaventura
Me parece que han llegado al más alto grado los que, de todo corazón y sin fingimiento, los que se han dominado suficientemente para no buscar otra cosa que ser despreciados, no ser tenidos en cuenta para nada y vivir en el anonadamiento. Vosotros, mientras no hayáis llegado hasta aquí, pensad que no habéis hecho nada. En efecto, puesto que verdaderamente todos nosotros somos “servidores inútiles”, según la palabra del Señor (Lc 17,10), y eso aunque hagamos bien todas las cosas, mientras no lleguemos a este grado de anonadamiento, no estaremos en la verdad, sino que estaremos y caminaremos en la vanidad.
Sabes muy bien cómo el Señor Jesús empezó por hacer antes que en enseñar. Más adelante diría: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). Y eso quiso primero, practicarlo él realmente, sin ficción. Lo hizo de todo corazón, igual que de todo corazón y en verdad era humilde y manso.
En él no había simulación (cf 2C 1,19). Se adentró tan profundamente en la humildad y el menosprecio y la abyección, de tal manera se anonadó a los ojos de todos que, cuando se puso a predicar y anunciar las maravillas de Dios y hacer milagros y cosas admirables, no era estimado sino que se le desdeñó y se burlaban de él diciendo: “¿No es éste el hijo del carpintero?” y otras frases semejantes. Es así como se verificó la frase que después diría el apóstol Pablo: “Se anonadó a si mismo tomando la condición de esclavo” (Flp 2,7), no sólo como un servidor ordinario por la encarnación, sino la de un servidor cualquiera a través de una vida humilde y despreciable.
San Buenaventura (1221-1274) Doctor de la Iglesia
EL PAPA RECUERDA A SAN BUENAVENTURA EN SU FESTIVIDAD
Via
Ciudad
del Vaticano, 15 de julio de 2012 (VIS).-Al regreso de Frascati,
donde efectuó esta mañana una visita pastoral, el Santo Padre se
asomó a mediodía al balcón del patio interior del palacio
apostólico de Castel Gandolfo para rezar el Ángelus con los fieles
allí reunidos.
“En
el calendario litúrgico-dijo- el 15 de julio se celebra San
Buenaventura de Bagnoregio, franciscano, doctor de la Iglesia,
sucesor de san Francisco de Asís en la guía de los Frailes Menores.
Fue el autor de la primera biografía oficial del “Poverello” y,
al final de su vida, fue también obispo de esta diócesis de
Albano”.
“Toda
la vida de San Buenaventura, como su teología, tienen como centro de
inspiración a Jesucristo. Esta centralidad de Cristo la encontramos
en (..) el célebre himno de la Carta de san Pablo a los Efesios, que
comienza así: 'Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda bendición
espiritual en los cielos'. El apóstol describe como se ha cumplido
este designio de bendición, con cuatro pasajes que se abren con la
misma frase: 'en El', referida a Jesucristo. 'En Él', el Padre nos
ha elegido antes de la creación del mundo; 'en El' nos ha redimido
mediante su sangre; 'en El' nos hemos convertido en herederos,
predestinados a ser 'alabanza de su gloria': 'en El' los que creen en
el Evangelio reciben el sello del Espíritu Santo. Este himno paulino
contiene la visión de la historia que San Buenaventura contribuyó a
difundir en la Iglesia: toda la historia tiene como centro a Cristo,
el cual asegura también la novedad y la renovación en todas las
épocas. En Jesús, Dios ha dicho y ha dado todo; pero ya que Él es
un tesoro inagotable, el Espíritu Santo no termina jamás ni de
revelar ni de actualizar su misterio. Por eso la obra de Cristo y de
la Iglesia no retrocede nunca, al contrario, avanza”.
Después
de rezar el Ángelus el Papa habló de las vacaciones como de un
“momento favorable para reflexionar sobre la propia vida y para
abrir el corazón a los demás y a Dios. Os invito -dijo-a prestar
atención a los que sufren por la soledad y el abandono, tanto en la
calle como en sus casas, en los hospitales o en las residencias. No
dudéis en visitarlos”.
Por
último recordó que mañana se celebra la memoria litúrgica de la
Virgen del Carmen, “la Madre de Dios del Escapulario”. “El
beato Juan Pablo II llevaba y amaba tanto el escapulario, señal de
entrega personal a la Virgen. A todos sus compatriotas, en Polonia y
en el mundo, a los que están presentes hoy en Castel Gandolfo,
deseo que María, la más buena de las madres, les envuelva con su
manto en la lucha contra el mal, interceda en la petición de gracias
y les enseñe el camino que lleva a Dios”.